En esta sección podrás conocer a los animales y las curiosidades más espectaculares, así como las últimas noticias relacionadas con las mascotas.
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El nombre de uapití proviene de la lengua de los indios shawnee y significa "ciervo con los cuartos traseros blancos". El uapití está emparentado con los ciervos pero es mucho más grande que la mayoría de sus parientes. La cornamenta de un uapití macho puede sobresalir hasta más de un metro por encima de su cabeza, lo que hace que su altura total sea de casi 3 metros.
Cada mes de marzo el uapití pierde sus cuernos, que empiezan a crecer de nuevo en mayo para estar a punto para la temporada de cría, a finales del verano.
Al comienzo del verano, el uapití emigra a los pastos de alta montaña, donde las hembras darán a luz. Normalmente cada hembra pare una única cría, que ya es capaz de ponerse en pie a los 20 minutos de haber nacido.
Durante la temporada de cría, a finales del verano, el berrido de los uapitíes machos resuena entre las montañas. Estos robustos animales estrenan bruscamente su flamante nueva cornamenta en violentos combates que sirven para decidir quién se aparea con quién. Los machos con la cornamenta más grande, generalmente los más viejos, suelen imponerse en estos duelos y hacerse con el dominio de pequeñas manadas.
En invierno, los uapitíes se reorganizan en manadas más grandes, aunque normalmente machos y hembras se mantienen separados. Las manadas regresan a los pastos de los valles bajos, donde pasan la estación rebuscando hierba entre la nieve o alimentándose de arbustos que sobresalen por encima del manto nevado.
Hubo un tiempo en que los uapitíes podían encontrarse en la mayor parte de América del Norte, pero la sobrecaza les obligó a refugiarse en lugares remotos. Hoy en día la mayoría de ellos viven principalmente en el oeste de Norteamérica, especialmente en regiones montañosas, como el Refugio Nacional de Uapitíes de Wyoming y el Parque Nacional de Yellowstone. Algunos estados del este de Estados Unidos han reintroducido pequeñas manadas de uapitíes en zonas naturales abundantes en bosques.
Información obtenida gracias a National Geographic
El Zoo de Barcelona ha recibido a su tercera cría de orangután de Borneo. Se trata de un macho y se encuentra en "perfecto estado de salud" según ha informado el zoo de Barcelona en un comunicado.
Locki, su madre, lo ha estado cuidando celosamente. Por su parte, la hermana mayor, Sari, un orangután de casi cinco años, pasa casi todo el tiempo con su madre y el recién nacido. Mientras, el padre, Karl, un orangután de 16 años que llegó hace ahora ocho a Barcelona procedente de Dublín, está muy pendiente de lo que hace su familia.
El resto de la familia la componen otra hembra llamada Jawi que tiene 17 años y una hija de esta llamada Jingga, que celebrará su cuarto cumpleaños el próximo 20 de octubre.
Este es el tercer nacimiento de una cría de orangután de Borneo en los últimos cinco años en el Zoo de Barcelona. La instalación está adherida al Programa Europeo de Reproducción para Especies Amenazadas (EEP, en sus siglas en inglés) de la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA).
Próximamente el Zoo de Barcelona abrirá una votación popular para seleccionar el nombre de la nueva cría. Habrá tres nombres finalistas que se podrán votar en la web del zoo y presencialmente.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) el orangután de Borneo es una especie que se encuentra en grave peligro de extinción en su medio natural.
www.zoobarcelona.cat/es/
Información obtenida gracias a rtve.es
Ya en 2012 el grupo de naturalistas de la Asociación Sierra Carpetania grabó las andanzas de siete ejemplares, dos adultos (pareja alfa), un subadulto y cuatro cachorros en la zona del valle del Lozoya. Las imágenes demostraban que, por primera vez en 70 años, el lobo había criado en Madrid. Lo que no estaba constatado es que el Canis lupus se hubiera establecido. Ni siquiera la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio tenía pruebas concluyentes de la existencia de este grupo en ese entorno. Los nuevos avistamientos —esta vez por parte de técnicos de la Comunidad— de la manada con sus crías no deja lugar a dudas de que los cánidos se sienten a sus anchas en la zona y que han escogido este territorio para vivir.
“Debemos felicitarnos, porque su presencia indica que el lobo ha encontrado en la región todo lo necesario para asentarse, lo que apunta a que disfrutamos de una biodiversidad envidiable”, declara el consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, Borja Sarasola, que también pone como ejemplos de la “recuperación y consolidación” de los espacios naturales autonómicos la instalación en Madrid de especies como la nutria y los buitres.
A lo largo de los últimos meses, el Gobierno regional ha realizado un trabajo de seguimiento y control de las poblaciones de lobo ante la posibilidad de que algunos de los ejemplares que venían realizando incursiones desde la vertiente segoviana terminara por asentarse en la sierra madrileña. Además, se han llevado a cabo esperas y conteos indirectos en base a recogida de heces o de pelo.
De esta forma, los técnicos han podido determinar la presencia estable de un núcleo familiar en la comarca del Lozoya. En las imágenes, captadas mediante la técnica de fototrampeo, se observa a tres lobeznos nacidos esta primavera y tres individuos adultos o subadultos.
En mayo de 2013 llegó la compensación a todos los esfuerzos. Los investigadores detectaron la presencia de lo que parecía ser una hembra preñada. Tuvieron que esperar tres mesas, hasta agosto, para observar la llegada de un lobo durante la madrugada. A finales de ese mes, las cámaras trampa obtuvieron la imagen de una hembra recién parida, con las mamas bien visibles. Y el 6 de septiembre, por fin, aparecieron los tres cachorros. A esta filmación se añadió otra correspondiente a un ejemplar adulto o subadulto, que completa esta manada formada en total por seis ejemplares.
La vigilancia se ha dirigido sobre todo a las zonas con mayor historial de presencia de los cánidos, desde Santa María de la Alameda hasta Somosierra. Porque desde el año 2007 existía la certeza de que el lobo aparecía de forma intermitente por la región. La información aportada por cazadores, ganaderos, senderistas y por el Cuerpo de Agentes Forestales así lo indicaba.
El proceso que se ha iniciado es “completamente natural y esperado, porque Madrid está rodeada de provincias donde habita la especie”, sostiene el biólogo Juan Carlos Blanco, especialista en lobo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, y autor del primer y único censo nacional de la especie que se realizó en 1988. Aunque, a su juicio, la Comunidad de Madrid nunca será una potencia lobera, tanto por su reducido tamaño como por la cantidad de población que habita en ella. “Realmente el lobo solo puede vivir en aproximadamente un 30% del territorio madrileño. En esos rincones que todavía mantienen unas condiciones óptimas”, observa Blanco. Por este motivo, asegura que los ejemplares que puedan llegar no constituyen ningún problema. “Digamos que son lobos buenos, no molestan y pasan desapercibidos”, describe. Blanco mantiene que los cánidos seguirán su camino hacia el sur “pero no lo harán atravesando Madrid por las barreras que existen”.
El lobo desapareció de la región en los años 40 del siglo pasado, acosado por la caza. El declive se extendió por toda España a pasos agigantados. En 1970 sólo quedaban en todo el territorio nacional unos pocos cientos refugiados en las montañas del noroeste, en algunas zonas de Sierra Morena y a lo largo de la frontera portuguesa. En las últimas cuatro décadas, su población se ha ido recuperando. Blanco cuenta cómo se refugiaron en Zamora y en la Cordillera Cantábrica. De ahí saltaron a Valladolid y en 2000 atravesaron el río Duero.
“Siguen la misma tendencia que en otros países. Aunque en los últimos 10 años el crecimiento se ha ralentizado y la población se mantiene estable. Quizá han avanzado hacia el sur unos 30 kilómetros”, matiza el investigador. En la actualidad se estima que existen 250 manadas en España, lo que quizás represente unos 2.000 individuos, 1.000 de ellos maduros. El río Duero marca la frontera de seguridad del lobo: por debajo del cauce es especie protegida, por encima se permite su captura.
“Ahora esa línea que dibujaba el Duero se ha desplazado. La especie ha avanzado hacia el norte de Madrid y de Guadalajara, por toda la provincia de Segovia y por una pequeña parte de Ávila”, explica Blanco. El núcleo detectado la pasada primavera en Madrid —en cuyos límites han criado seis manadas en los últimos años— es fruto de la expansión desde Segovia. En esta provincia la población de lobo se estima en nueve grupos, lo que podría suponer unos 50 individuos.
El límite de Madrid con Guadalajara es especialmente proclive para que el lobo siga asentándose en la región y aumentando sus clanes familiares. La poca densidad de población, el medio montañoso y la abundancia de ungulados silvestres favorecen esta posibilidad.
Información obtenida gracias a elpais.com
En las aguas de los mares y océanos los peces se congregan formando gigantescas masas de movimientos hipnóticos. Millones de individuos se mueven coordinados en la misma dirección, precisos y elegantes. Por qué y cómo lo hacen, son cuestiones que los biólogos marinos conocen bien.
“Los peces se agrupan en bancos o cardúmenes por dos motivos principales: para protegerse y para migrar”, explica Pablo Carrera López, científico del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Se juntan para minimizar las posibilidades de que los encuentre un depredador en la inmensidad del océano. “La evolución favorece a estos individuos que se agregan, por eso ha prosperado este comportamiento”, ilustra el biólogo. Además si los encuentran, muchos sobreviven al ataque, algo muy improbable si el individuo está solo.
Por otro lado, los bancos son la formación más eficaz para viajar largas distancias. Como los pelotones de los ciclistas, los peces se mueven de manera sincronizada para viajar más rápido y gastar menos energía. “Al ahorrar esfuerzo, los peces necesitan menos alimento y esto favorece su supervivencia”, explica Carrera de nuevo haciendo referencia a la selección natural.
El baile sincronizado de los cardúmenes es uno de los de los fenómenos de la naturaleza más asombrosos. No se golpean entre ellos, mantienen la distancia adecuada y no pierden el ritmo gracias a “la información que obtienen de su entorno a través de un órgano sensorial llamado línea lateral, que recoge las vibraciones y turbulencias del agua”, comenta Carrera. También usan la vista: “Los peces tienen los ojos en los laterales de la cabeza, se miran constantemente mientras nadan para coordinar sus movimientos”, apostilla.
A diferencia de los mamíferos marinos, delfines o ballenas, que colocan a los individuos más débiles y jóvenes en el interior del grupo cuando nadan, los grupos de peces son todos de la misma edad aproximada y del mismo tamaño. “Formando grupos de individuos del mismo tamaño son más eficaces en la natación y minimizan la fricción con el medio”, explica el biólogo del IEO. “Los peces se reúnen para migrar en busca de comida, así que se agrupan por tamaño ya que según este se alimentan de una manera u otra “, añade Ricardo Aguilar, director de investigación de la asociación conservacionista Oceana Europa.
Las especies que forman los bancos más grandes conocidos son anchoas, sardinas o lanzón. “Son especies pequeñas, en un lugar bajo en la cadena trófica y por lo tanto susceptibles de ser devoradas, que forman grupos muy compactos y numerosos”, comenta Aguilar. Los más grandes documentados, de cerca de 4 kilómetros de largo y toneladas de masa, son de sardinas y se localizan en Sudáfrica y Japón.
Aunque no todas las especies de peces se reúnen formando bancos -hay peces solitarios y peces que forman pequeños grupos dispersos, como los meros, los tiburones o las lampúas-, sí hay bancos allá donde haya peces. En los helados y oscuros fiordos se esconden en invierno hay grandes bancos de arenques, sumidos en una especie de hibernación. Quietos, reposan grupos de hasta 3 kilómetros de longitud y medio kilómetro de anchura. También hay cardúmenes en la quietud de las profundidades abisales. A medio kilómetro de profundidad los peces linterna se reúnen en gigantescos bancos de millones individuos.
Información obtenida gracias a rtve.es
Muchos nos preguntáis que significa el nombre de nuestra tienda. Por eso, hemos redactado este pequeño artículo para que se solventen algunas de estas dudas!!
El OKAPI (Okapia johnstoni) es un animal que recuerda por la forma de su cuerpo a una pequeña jirafa de patas y cuello muy cortos, aunque el manto del pelo es totalmente distinto, rojizo en todo el cuerpo salvo en patas y glúteos, donde es blanco con rayas negras, semejante a una cebra. Mide unos 2 metros de longitud y entre 1,50 y 1,80 m de altura a la cruz. Pudiendo llegar a pesar unos 300 kg.
Como las jirafas, tiene dos cuernos pequeños recubiertos de pelo en la cabeza sin utilidad aparente y una larga lengua prensil de color negro que usa para introducirse las hojas de arbustos y árboles bajos en la boca. La longitud de ésta es tal que puede limpiarse el interior de las orejas con su punta.
Se le considera a veces un fósil viviente por su parecido con los primeros jiráfidos que aparecieron en el Mioceno. Vive en las tupidas selvas del norte del Congo y en las selvas de Aruwimi.
Los okapis son herbívoros. Se alimentan principalmente de las hojas, brotes y tallos, además comen frutas y hongos. Varias de las especies que consumen son venenosas para el ser humano.
Si bien no están clasificados como especies en peligro de extinción, están amenazados por la destrucción de su hábitat y su caza. La población mundial está estimada en 10.000–20.000 especímenes.
Un animal realmente curioso, ¿no creéis?